jueves, 4 de noviembre de 2010

Material sobre la Lengua Española

LENGUA CASTELLANA - LENGUA ESPAÑOLA - LENGUA LATINA

¿Español o Castellano? Esa es una cuestión que le trae al alumno del idioma español muchas dudas. En algunos casos no se le dice realmente de dónde ha surgido el idioma y tampoco se hace referencia a esta historia. Por detrás de este idioma hay mucho que saber y aprender. En esta recopilación de datos, este artículo está bastante completo y hace referencia a muchas cosas y términos que son importantes para conocer un poco de esta historia.

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ORIGEN Y NOMBRE

El castellano se originó como un dialecto del latín en las zonas limítrofes entre Cantabria, Burgos, Álava y La Rioja, provincias del actual norte de España, convirtiéndose en el principal idioma popular del Reino de Castilla (el idioma oficial era el latín). De allí su nombre original de idioma castellano, en referencia a la zona geográfica donde se originó. La otra denominación del idioma, español, procede del latín medieval Hispaniolus o más bien de su forma ultracorrecta Spaniolus (literalmente: "hispanito", "españolito"), a través del occitano espaignol.

Con la conquista de América, que era una posesión personal del monarca de Castilla, el idioma castellano se extendió a través de todo el continente, desde California hasta la Tierra del Fuego. En esa época no existía España como entidad unificada, sino una unión dinástica de varios reinos y territorios con grados diversos de autonomía: la Corona de Castilla, los reinos y territorios de la Corona de Aragón y el reino de Navarra.

El original idioma castellano derivó luego en numerosas variantes dialectales que, si bien respetan el tronco principal, tienen diferencias de pronunciación y vocabulario. A esto hay que agregar la influencia de los idiomas de las poblaciones nativas de América, como el aimara, náhuatl, guaraní, chibcha, mapudungun, taíno, maya, y quechua, que hicieron también contribuciones al léxico del idioma, no sólo en sus zonas de influencia, sino en algunos casos en el léxico global.

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¿ESPAÑOL O CASTELLANO?

Esta lengua también se llama castellano...por ser el nombre de la comunidad lingüística que habló esta modalidad románica en tiempos medievales: Castilla. Existe alguna polémica en torno a la denominación del idioma; el término español es relativamente reciente y no es admitido por los muchos hablantes bilingües del Estado Español, pues entienden que español incluye los términos valenciano, gallego, catalán y vasco, idiomas a su vez de consideración oficial dentro del territorio de sus comunidades autónomas respectivas; son esos hablantes bilingües quienes proponen volver a la denominación más antigua que tuvo la lengua, castellano entendido como ‘lengua de Castilla’.

En los países hispanoamericanos se ha conservado esta denominación y no plantean dificultad especial a la hora de entender como sinónimos los términos castellano y español. En los primeros documentos tras la fundación de la Real Academia Española, sus miembros emplearon por acuerdo la denominación de lengua española.

Quien mejor ha estudiado esta espinosa cuestión ha sido Amado Alonso en un libro titulado Castellano, español, idioma nacional. Historia espiritual de tres nombres (1943). Volver a llamar a este idioma castellano representa una vuelta a los orígenes y quién sabe si no sería dar satisfacción a los autores iberoamericanos que tanto esfuerzo y estudio le dedicaron, como Andrés Bello, J. Cuervo o la argentina Mabel Manacorda de Rossetti.

Renunciar al término español plantearía la dificultad de reconocer el carácter oficial de una lengua que tan abierta ha sido para acoger en su seno influencias y tolerancias que han contribuido a su condición. Por otro lado, tanto derecho tienen los españoles a nombrar castellano a su lengua como los argentinos, venezolanos, mexicanos, o panameños de calificarla como argentina, venezolana, mexicana o panameña, por citar algunos ejemplos. Lo cual podría signifcar el primer paso para la fragmentación de un idioma, que por número de hablantes ocupa el tercer lugar entre las lenguas del mundo. En España se hablan además el catalán y el gallego, idiomas de tronco románico, y el vasco, de origen desconocido.

Como dice Menéndez Pidal "la base del idioma es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III a.C., que se impuso a las lenguas ibéricas" y al vasco, caso de no ser una de ellas.

De este substrato ibérico procede una serie de elementos léxicos autónomos conservados hasta nuestros días y que en algunos casos el latín asimiló, como: cervesia > cerveza, braca > braga, camisia > camisa, lancea > lanza.

Otros autores atribuyen a la entonación ibérica la peculiar manera de entonar y emitir el latín tardío en el norte peninsular, que sería el origen de una serie de cambios en las fronteras silábicas y en la evolución peculiar del sistema consonántico.

Otro elemento conformador del léxico en el español es el griego, puesto que en las costas mediterráneas hubo una importante colonización griega desde el siglo VII a.C.; como, por otro lado, esta lengua también influyó en el latín, voces helénicas han entrado en el español en diferentes momentos históricos. Por ejemplo, los términos huérfano, escuela, cuerda, gobernar, colpar y golpar (verbos antiguos origen del moderno golpear), púrpura (que en castellano antiguo fue pórpola y polba) proceden de épocas muy antiguas, así como los topónimos Denia, Calpe.

A partir del renacimiento siempre que se ha necesitado producir términos nuevos en español se ha empleado el inventario de las raíces griegas para crear palabras, como, por ejemplo, telemática, de reciente creación, o helicóptero.

Entre los siglos III y VI entraron los germanismos y su grueso lo hizo a través del latín por su contacto con los pueblos bárbaros muy romanizados entre los siglos III y V. Forman parte de este cuerpo léxico guerra, heraldo, robar, ganar, guiar, guisa (compárese con la raíz germánica de wais y way), guarecer y burgo, que significaba 'castillo' y después pasó a ser sinónimo de 'ciudad', tan presente en los topónimos europeos como en las tierras de Castilla, lo que explica Edimburgo, Estrasburgo y Rotemburgo junto a Burgos, Burguillo, Burguete, o burgués y burguesía, términos que entraron en la lengua tardíamente.

Hay además numerosos patronímicos y sus apellidos correspondientes de origen germánico: Ramiro, Ramírez, Rosendo, Gonzalo, Bermudo, Elvira, Alfonso. Poseían una declinación especial para los nombres de varón en -a, -anis, o -an, de donde surgen Favila, Froilán, Fernán, e incluso sacristán.

Junto a estos elementos lingüísticos también hay que tener en cuenta al vasco, idioma cuyo origen se desconoce, aunque hay varias teorías al respecto. Algunos de sus hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales ejercieron poderosa influencia en la conformación del castellano por dos motivos: el condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, entre Cantabria y el norte de León; junto a eso, las tierras que los castellanos iban ganando a los árabes se repoblaban con vascos, que, lógicamente, llevaron sus hábitos lingüísticos y, además, ocuparon puestos preeminentes en la corte castellana hasta el siglo XIV. Del substrato vasco proceden dos fenómenos fonéticos que serán característicos del castellano.

La introducción del sufijo -rro, presente en los vocablos carro, cerro, cazurro, guijarro, pizarra, llevaba consigo un fonema extravagante y ajeno al latín y a todas las lenguas románicas, que es, sin embargo, uno de los rasgos definidores del sistema fonético español; se trata del fonema ápico-alveolar vibrante múltiple de la (r).

La otra herencia del vasco consiste en que ante la imposibilidad de pronunciar una f en posición inicial, las palabras latinas que empezaban por ese fonema lo sustituyeron en épocas tempranas por una aspiración, representada por una h en la escritura, que con el tiempo se perdió: así del latín farina > harina en castellano, pero farina en catalán, italiano y provenzal, fariña en gallego, farinha en portugués, farine en francés y faina en rumano; en vasco es irin.

La lengua árabe fue decisiva en la configuración de las lenguas de España, y el español es una de ellas, pues en la península se asienta durante ocho siglos la dominación de este pueblo. Durante tan larga estancia hubo muchos momentos de convivencia y entendimiento. Los cristianos comprendieron muy pronto que los conquistadores no sólo eran superiores desde el punto de vista militar, sino también en cultura y refinamiento.

De su organización social y política se aceptaron la función y la denominación de atalayas, alcaldes, robdas o rondas, alguaciles, almonedas, almacenes. Aprendieron a contar y medir con ceros, quilates, quintales, fanegas y arrobas; aprendieron de sus alfayates (hoy sastres), alfareros, albañiles que construían zaguanes, alcantarillas o azoteas y cultivaron albaricoques, acelgas o algarrobas que cuidaban y regaban por medio de acequias, aljibes, albuferas, norias y azadones.

Influyeron en la pronunciación de la s- inicial latina en j- como en jabón del latín 'saponem'. Añadieron el sufijo -í en la formación de los adjetivos y nombres como jabalí, marroquí, magrebí, alfonsí o carmesí. Se arabizaron numerosos topónimos como por ejemplo Zaragoza de "Caesara(u)gusta", o Baza de "Basti". No podría entenderse correctamente la evolución de la lengua y la cultura de la península sin conceder al árabe y su influencia el lugar que le corresponde.

POLÉMICA EN TORNO A ESPAÑOL O CASTELLANO

La polémica en torno a los términos "español" y "castellano" consiste en decidir si, dado el uso histórico de los dos términos, resulta más adecuado llamar a la lengua hablada en la mayor parte de América Latina y la península ibérica "español", o bien, "castellano".

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INTRODUCCIÓN

Aunque la introducción del idioma en los países conquistados fue previa a la existencia de España como Estado moderno, el Diccionario de Lengua Española de la Real Academia Española de la Lengua, da castellano y español como sinónimos. La denominación español fue predominando en la península ibérica a partir de la unificación de los reinos de España durante el reinado de Carlos I de España en el siglo XVI.

La denominación castellano es más frecuente en Sudamérica y península ibérica, mientras que en Centroamérica, México y Colombia es más frecuente el término español, si bien cuesta discernir si la respuesta es condicionada por la pregunta, pues la denominación de castellano es más frecuente en contextos de oficialidad, y el término español es más frecuente en la denominación espontánea.

En España a menudo se usa el término español al referirse a la lengua en contraposición a lenguas extranjeras, y castellano con relación a otras lenguas que también son españolas. Este es el uso que recomienda Manuel Seco en su Diccionario de dudas y dificultades del castellano. La Constitución Española de 1978, en su artículo tercero, utiliza la denominación castellano para la lengua, diferenciándola de las otras lenguas españolas:

El castellano es la lengua española oficial del Estado. (...) Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas...

Se arguye que el resto de lenguas habladas en España, como el euskera, el catalán o el gallego, también son españolas, y que los casos del alemán en Alemania y del francés en Francia surgen de una centralización lingüística con orígenes completamente diferentes a los del castellano en España.

Por el contrario, hay quienes argumentan que el término español hace referencia a la lengua oficial del Estado español, mientras que un idioma como el gallego hace referencia a la lengua propia de Galicia. El hecho de que provincias como La Coruña sean gallegas y españolas a la vez, son la base de la llamada cooficialidad de los idiomas español y gallego.

Otros autores afirman que aunque el castellano medieval se vio influido en su evolución por otras lenguas peninsulares, los cambios no fueron significativos. En base a esto se propone como denominación correcta el término castellano, pues es el idioma que surgió en Castilla y después se extendió por todo el territorio español por la supremacía política del Reino de Castilla sobre los demás reinos peninsulares. Estos autores suelen poner como ejemplo que en el Reino Unido y otros países angloparlantes el idioma se denomina inglés (y no británico), pues es originario de Inglaterra, aunque éste caso no es enteramente extrapolable a nuestra lengua pues el término castellano no encuentra eco en otras lenguas como sí lo halla el inglés (y ente caso el término español).

Después que España perdiera sus últimas colonias americanas, algunos intelectuales americanos siguieron empleando el término "América Española", en las primeras décadas del siglo XX. Aunque esto causó rechazo en algunos sectores sociales, todos los países de habla castellana denominan oficialmente española a su lengua , como lo evidencian sus afiliaciones a la Asociación de Academias de la Lengua Española.

ALGUNAS RAZONES DE LA CONTROVERSIA

La controversia trasciende el debate méramente académico o de adecuación terminológica, ya que con cierta frecuencia el debate se ha mezclado con intencionalidades políticas de dos tipos:

Dentro de España, ciertos sectores nacionalistas y/o regionalistas han preferido el término castellano por entender que todas las lenguas de España son autóctonas de un cierto territorio que es subparte del territorio español. Sin embargo, en los últimos tiempos puede percibirse también una tendencia a utilizar el término español por parte de estos sectores, para reforzar la idea de que los territorios como Cataluña o Euskadi no forman parte de España. En contraposición, el españolismo, defiende mayoritariamente el término español para señalar la preeminencia o naturalidad de describir a la lengua como forma predominante de comunicación en España.

En tiempos de la dictadura de Primo de Rivera se produce un apropiamiento del término español al mismo tiempo que se fijan cánones de corrección basados en el uso castellano (y concretamente burgalés) para evitar la centrifugación patente en las hablas periféricas (bable, andaluz, panocho...). Más tarde durante la dictadura de Franco se reforzará la identificación del español con la indisolubilidad de la patria.

En América latina, se ha llegado a considerar que el uso del término español era una forma de subordinación cultural a España.

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PREFERENCIAS DE USO - Las academias de la lengua

Las Academias de la Lengua de los países en los que el término castellano es usado corrientemente (como Chile, o Argentina) han adoptado la denominación de idioma español. Para estas academias, que fijan el vocabulario oficial de su país, el término es de origen filológico y no tiene connotaciones políticas. Por ejemplo, según la Academia Argentina de Letras:

En el uso general las denominaciones «castellano» y «español» son equivalentes. No obstante, es preferible, en razón de una más adecuada precisión terminológica, reservar el tradicional nombre de «castellano» para referirse al dialecto de Castilla anterior a la unificación, y llamar «español» -como internacionalmente se hace- a la lengua que desde entonces lleva en sí, junto al viejo tronco, los múltiples aportes que otros pueblos de España y de América han dado al «castellano»

Por su parte la Asociación de Academias de la Lengua Española mediante su publicación, el Diccionario panhispánico de dudasha dicho:

Para designar la lengua común de España y de muchas naciones de América, y que también se habla como propia en otras partes del mundo, son válidos los términos castellano y español. La polémica sobre cuál de estas denominaciones resulta más apropiada está hoy superada.

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HISTORIA

La historia del idioma castellano comienza con el latín vulgar del Imperio Romano. Específicamente tiene su origen en el latín vulgar presente en la zona central del norte de Hispania. Tras la caída del Imperio Romano en el siglo V la influencia del latín culto en la gente común fue disminuyendo paulatinamente. El latín hablado de entonces fue el fermento de las variedades romances hispánicas, entre ellas el castellano, origen a su vez (al menos en la proporción mayor), de las variedades que constituyen la lengua española. En el siglo VIII, la invasión musulmana de la Península Ibérica hace que se formen dos zonas bien diferenciadas. En Al-Ándalus, se hablarán los dialectos romances englobados con el término mozárabe, además de las lenguas de la minoría alóctona (árabe y bereber). Mientras, en la zona en que se forman los reinos cristianos, desde pocos años después del inicio de la dominación musulmana, comenzará una evolución divergente, en la que surgen varias modalidades romances; la catalana, la aragonesa, la asturiano-leonesa y la gallega, además de la castellana.

El dialecto castellano primigenio se originó en el condado medieval de Castilla (oriente de Santander y norte de Burgos), con influencias vascas e idioma germánico-visigodo. Se extendió al sur de la península gracias a la Reconquista. En el siglo XV, durante el proceso de unificación española de sus reinos, Antonio de Nebrija publica en Salamanca su Grammatica. Es el primer tratado de gramática de la lengua castellana, y también primero de una lengua vulgar europea. Los textos más antiguos que se conocen en castellano son las Glosas Emilianenses, escritas por monjes vascos tal y como lo demuestran las anotaciones en los márgenes, que se conservan en el Monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla (Logroño), localidad considerada centro medieval de cultura.

Algunas de las características distintivas de la fonología incluyen la lenición (latín vita - castellano vida, latín lupus - castellano lobo), la diptongación en los casos fonéticamente breves de la E y la O (latín terra - castellano - tierra, latín novum - castellano nuevo), y la palatalización (latín annum - castellano año). Algunas de estas características están también presentes en otras lenguas romances.

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DIALECTOS DEL CASTELLANO

Como todas las lenguas ampliamente difundidas el español está sujeto a variaciones regionales y sociolingüísticas. No obstante a pesar de esa heterogeneidad el grado de variación no es muy grande y sólo raramente hay interrupciones de mutua ininteligibilidad, Las dificultades nacen con los criollos basados en el español de Filipinas y Colombia y con el judeo-español, la lengua hablada por las comunidades sefarditas expulsadas de España en 1492. El sefardí tiene fama de haber preservado numerosas características del siglo XV, pero tal afirmación es exagerada; es vedad que ciertas peculiaridades fonéticas, como la preservación de la /f-/ inicial es un elemento arcaico, pero esa lengua también ha evolucionado extensamente en su morfología y ha asimilado gran número de préstamos léxicos. La figura inferior muestra la distinción dialectal en México.

Entre las variedades dialectales españolas del romance tenemos el asturiano-leonés, cuyos límites no coinciden ni con los antiguo reino de León ni con la actual provincia de León. Entre algunas características que lo acercan al gallego-portugués destacan: ou < au, al- + consonante (cousa, touro, outro); se conserva f- (filo, farina); se pierde toda -n- intervocálica, como raa < rana; la l pasa a r después de consonante sorda, como praza < platea. Una variedad parecida al leonés pero que apunta al gallego-portugés es el mirandés, hablado en Miranda do Douro, en Portugal.

Otro dialecto importante es el aragonés, que en parte se funda históricamente en el antiguo reino de Aragón y Navarra, pero que recibió gran influencia del castellano. Hoy se habla en la provincia de Huesca, al pie de los Pirineos.

El extremeño, ligado históricamente con el asturiano-leonés, se habla en una región septentrional de Extremadura.

Aparte de estas lenguas que tienen personalidad propia, las hablas dialectales del castellano se pueden clasificar en dos grupos: las septentrionales y las meridionales, comprendiendo éstas al murciano, al andaluz y al canario, hablados en Murcia, Andalucía y Canarias, respectivamente.

Los dialectos septentrionales se caracterizan por ser más conservadores y abarcan las tierras castellanas y las que ocuparon los dialectos históricos del latín, como el aragonés y el asturiano-leonés. En el habla de las tierras donde nació el castellano encontramos una serie de rasgos dialectales, como el uso del leísmo (le como complemento directo: Este piso ya le vimos), laísmo y loísmo (la y lo como complemento indirecto: La dije que no viniera); pronunciación de la d final como z: Madriz; aparición de una s en la segunda persona del singular del pretérito imperfecto: vinistes; uso del infinitivo para la segunda persona del plural del imperativo: ¡Traerme algo!. Hacia el este (La Rioja, Navarra y Aragón) hay una influencia de la huella aragonesa, como el uso de pronombres precedidos de preposición: con tú, con mí; el uso del diminutivo -ico: pajarico; abundante uso de pues. Hacia el oeste (León, Zamora y Salamanca) hay huellas del leonés, como la tendencia a cerrar las vocales finales: otru; diminutivos en -ín, -ina: niñín, niñina; uso del indefinido en el vez del perfecto compuesto: hoy fui a tu casa.

Los dialectos meridionales se caracterizan por ser más evolucionados en su pronunciación y por rasgos fonéticos muy marcados. En esta región dialectal se hallan el andaluz, el extremeño, el canario y el murciano. Las principales características de estos dialectos son: confusión de r y l en posición final de sílaba o palabra: arta, cuelpo y otras se pierden, como españó; seseo (pronunciación de la z o la c ante e o i como s: sielo; ceceo (pronunciación de la s como z: zerio; pérdida de la d y de la n intervocálicas o ante r: cansao, mare; yeísmo con distintas pronunciaciones: yuvia.


DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA

El castellano es la lengua oficial de más de veinte países, principalmente en América además de España. México es el país con el mayor número de personas que hablan el idioma español (más de 104 millones), esto es, una cuarta parte del total mundial castellanohablante.

Entre los países con presencia del idioma sin estatus oficial, encontramos una realidad lingüística singular en Estados Unidos, debido al avance progresivo del bilingüismo, especialmente en ciudades cosmopolitas como Nueva York, Los Ángeles, Denver, Baltimore, Houston y Miami.

En el Estado Libre Asociado de Puerto Rico es el idioma oficial junto con el inglés, y en el estado de Nuevo México el castellano es ampliamente utilizado, incluso por la administración estatal, aunque ese estado no tiene ninguna lengua oficial establecida por su constitución.

El caso de las islas Filipinas, antigua colonia española, es bastante atípico ya que a diferencia de otros países hispanos, no consiguió su independencia tras sus movimientos revolucionarios del siglo XIX. Por el contrario, y debido a la intervención norteamericana, Filipinas pasó a ser colonia de los EE.UU. a partir de 1899. Desde entonces, sus autoridades siguieron una política de descastellanizacion del país, e imposición del inglés. A pesar de que en Filipinas había un 10%-15% de castellanohablantes (unas 900.000 personas) a principios del Siglo XX, y que su primera constitución (promulgada en 1899) tenía establecido el castellano como lengua oficial, las autoridades estadounidenses impusieron progresivamente el uso del inglés, especialmente después de la Guerra Filipino-Estadounidense que diezmó a la burguesía urbana castellanohablante. Según fuentes del Instituto Cervantes y en un comunicado de la presidenta filipina Gloria Macapagal-Arroyo el castellano volverá a ser oficial en Filipinas a principios de 2008.

Otros lugares donde el español tiene presencia es Luena, en Angola por la presencia del ejército cubano y Tinduf, en Argelia por la presencia de refugiados saharauíes. Recientemente la ciudad de Cocobeach, en Gabón, empleó el uso oficial de la lengua española.

La cadena de televisión de China CCTV comenzó en octubre de 2007 a emitir un canal de TV solo en español, (CCTV-E) y Rusia hará lo propio en 2008, bajo el nombre de Rusia Hoy.

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POBLACIÓN HISPANOHABLANTE

A continuación figura una tabla estadística de la población de los países con el español como idioma oficial (con *), y la población hispana en los países con el español como lengua no oficial. En las dos últimas columnas, figura el porcentaje y número de hablantes de español

Pincha allí para que se te abra la tabla HABLANTES POR PAÍSES

El 94,6%*, es la media de los porcentajes de los países donde se habla español como idioma oficial.

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SONIDOS

La estructura silábica más frecuente del castellano es CV (consonante más vocal), de forma que tiende hacia la sílaba abierta.

Caracteriza al castellano una tensión articulatoria alta, no tan relajada como en italiano, y estadísticamente una gran presencia de la vocal a. El acento es de intensidad y estadísticamente dominan las palabras llanas, o acentuadas en la penúltima sílaba, después las agudas y por último las esdrújulas. Gracias a la Real Academia Española, fundada en el siglo XVIII, la ortografía del castellano se ha ido simplificando buscando el patrón fonético, aunque esta tendencia se paralizó a mediados del siglo XIX pese a las propuestas en ese sentido del gramático Andrés Bello.

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VOCALES

En castellano hay cinco vocales fonológicas: /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/. La /e/ y /o/ son vocales medias, ni cerradas ni abiertas, pero pueden tender a abrirse y cerrarse [e], [ɛ], [o] y [ɔ] dependiendo de su posición y de las consonantes por las que se hallan trabadas. Sin embargo, estos sonidos no suponen un rasgo distintivo en castellano, a diferencia del catalán o del italiano, considerándolos por tanto como alófonos.

Según Tomás Navarro Tomás, los fonemas vocálicos /a/, /e/ y /o/ presentan diferentes alófonos.

Las vocales /e/ y /o/ presentan unos alófonos algo abiertos, muy aproximados a [ɛ] y [ɔ], en las siguientes posiciones:

En contacto con el sonido doble erre ("rr") [r], como en "perro", "torre", "remo", "roca".

Cuando van precediendo al sonido [x], como en "teja", "hoja".
Cuando van formando parte de un diptongo decreciente, como en "peine", "boina".

Además, el alófono abierto de /o/ se produce en toda sílaba que se encuentre trabada por consonante y el alófono abierto de /e/ aparece cuando se halla trabado por cualquier consonante que no sea [d], [m] y [n]: "pelma", "pesca", "pez", "costa", "olmo".

El fonema /a/ presenta tres variedades alofónicas:

Una variedad palatal, cuando precede a consonantes palatales, como en "malla", "facha", "despacho".

Otra variante velarizada se produce cuando precede a las vocales [o], [u] o a las consonantes [l], [x]: "ahora", "pausa", "palma", "maja". Una variante media, que se realiza en los contornos no expresados en los párrafos anteriores: "caro", "compás", "sultán".

Tanto /i/ como /u/ pueden funcionar también como semivocales ([i^] y [u^]) en posición postnuclear de sílaba y como semiconsonantes ([j̞] y [w̞]) en posición prenuclear. En el castellano existe una pronunciada tendencia antihiática que con frecuencia convierte en diptongos los hiatos en una pronunciación relajada, como héroe ['eroe]-['erue], o línea ['línea]-['linia].

Además en castellano todas las vocales pueden nasalizarse al encontrarse trabadas por una consonante nasal dando como resultado [ã], [ẽ], [ĩ], [õ] y [ũ]. Este rasgo es más destacado en unos dialectos que en otros.

En diversos dialectos meridionales del castellano de España, como el andaluz y el murciano entre otros, se distinguen 10 vocales, e incluso 15 si se cuentan las vocales nasales, las cuales están muy presentes en estos dialectos. Cualquier vocal al hallarse trabada por una "s" (muda), o por las demás consonantes (mudas), dan como resultado las siguientes vocales /ɑ/, /ɛ/, /ɪ/, /ɔ/ y /ʊ/; formándose así los siguientes pares vocálicos: /a/-/ɑ/, /e/-/ɛ/, /i/-/ɪ/, /o/-/ɔ/ y /u/-/ʊ/. Estos pares vocálicos son distintivos en estos dialectos, como hasta y asta /ɑt̪a/ - ata (verbo atar) /at̪a/, mes /mɛ/ - me /me/, los /lɔ/ - lo /lo/.

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CONSONANTES

Según la mayoría de los autores, se distinguen por lo general 24 fonemas en el castellano, cinco de los cuales corresponden a vocales ([a e i o u]) y 19 a consonantes [b s k d f g x l m n ɲ p r ɾ t ʧ ʝ ʎ θ]), además de otros fonemas dialectales y/o alofónicos, vocales aunque la mayoría de los dialectos sólo cuentan con 17, y algunos otros con 18. Las diferencias fonológicas dialectales, debidas en su mayoría a diferencias en las consonantes, son las siguientes:

Ningún dialecto del castellano hace la distinción espontánea entre la pronunciación de las letras "b" y "v". Esta falta de distinción se conoce como betacismo. Sin embargo hay que tener en cuenta que en algunos países, particularmente Chile, se presiona mucho a los niños en la escuela para que pronuncien la 'v' como labiodental, por ello uno puede encontrarse ocasionalmente con esta pronunciación (percibida por muchos como afectada), especialmente en los medios. La pronunciación de la "v" como fonema bilabial oclusivo o fricativo, idéntico al de "b", es compartida también con el gallego, occitano, sardo y varios dialectos del catalán, entre otros. Una posible causa de esta peculiaridad es la influencia del substrato vascoide, lo que explicaría su extensión en estas lenguas citadas a partir de un foco vasco-pirenaico. Otra posible explicación, más bien estructural, es que aunque el latín tenía la letra 'v' que en realidad era solamente una variante escrita de la 'u' semivocal, ésta se pronunciaba /w/ y evolucionó en otras lenguas romances hacia /v/. Por otro lado, la fricativización de /b/, común en todas las lenguas romances, dio lugar a los alófonos /b/ oclusivo y /β/ fricativo. El segundo es casi indistinguible de la aproximante /w/, con lo que la 'v' [w] latina pasó directamente a [b, β] en castellano.

En general existe confusión entre la "y" (pronunciada [ʝ] o [ɟ]) consonántica y la "ll" (originalmente [ʎ]), salvo en diversas zonas de España (en regresión) y, en América, en los dialectos con sustratos de lenguas en que existe dicha diferencia, como en las zonas bilingües castellano-quechua o castellano-guaraní.

En la mayoría de variedades de América y sur de España /s/ es un sonido laminoalveolar, mientras que en otras variedades americanas (la mayoría de Colombia, Perú, Bolivia, zonas dispersas de México y República Dominicana) y en el centro y norte de España la /s/ es apicodental [s̪].

Se considera característica particular y singular de la lengua castellana el uso de la letra "ñ" (procedente del grupo latino nn que en la Edad Media comenzó a abreviarse como una "n" con una raya encima que luego tomó la forma ondulada representando su pronunciación palatal), aunque también existe en otras lenguas como el aragonés, gallego, el bretón, el quechua, el guaraní, el mixteco, otomí, el bubi o el chamorro. En algunos dialectos la 'ñ' se pronuncia [nj] en vez de [ɲ].
El castellano de España, salvo Canarias y gran parte de Andalucía, distingue entre [θ] (escrito 'z' o 'ce', 'ci') y [s]: casa ['kasa], caza ['kaθa].
La mayoría de los dialectos registra una pérdida más o menos avanzada de la s implosiva, un fenómeno típico de las 'tierras bajas' americanas, en un proceso parecido al del francés medieval. Las excepciones son México (salvo algunas zonas costeras del Caribe), mitad norte de España (donde empieza a aparecer) y en la zona andina (especialmente en Colombia, Ecuador y Perú).

FONOLOGÍA DEL CASTELLANO

El sistema fonológico del castellano está compuesto por un mínimo de 22 fonemas consonánticos (y algunas variedades de España pueden llegar a presentar hasta 24 fonemas al disponer además de los fonemas /ʎ/ y /θ/). En cuanto a las vocales, la mayoría de variedades sólo cuentan con 5 fonemas y varios alófonos. En algunas variedades del andaluz y otros dialectos meridionales del castellano pueden tener hasta 10 vocales en oposición fonológica, ya que en ellas el rasgo ATR de apertura puede llegar a ser relevante, duplicándose el número de vocales.

Todos estos fonemas son analizables mediante un mínimo de 9 rasgos binarios (para las variedades sin /θ/), aunque normalmente con el fin de hacer más natural la descripción se usan algunos más. La tabla de consonantes en términos de estos rasgos viene dada por:

poner un cuadro aqui...

Donde se han indicado mediante paréntesis (·) los fonemas que no están presentes en todas las variedades de castellano.


GRAMÁTICA

La influencia del árabe en el español tiene carácter casi exclusivamente léxico. Una serie de términos que se refieren a la cultura árabe medieval (astronomía, matemática, medicina, filosofía, etc.) entra a formar parte del patrimonio cultural europeo. Se trata de palabras que, a partir casi siempre de la Península Ibérica o de Sicilia, se difunden al italiano, al francés, y de ellos a las otras lenguas europeas. A veces son de origen erudito, como álgebra, procedente del árabe al-gabr que propiamente significa "restauración, reducción".

Un término matemático menos técnico y más común, que se manifiesta con doble aspecto en las lenguas cultas occidentales, es el representado por las voces cifra y cero. El árabe tenía la palabra sifr, que al principio era (y ha seguido siéndolo en la lengua común) un adjetivo que significaba "vacío"; merced a un calco del sánscrito sunyá, que significaba también "vacío", pero que los matemáticos indios emplearon para "cero", el árabe ,sifr adquirió, entre los matemáticos, el mismo sentido de 'cero'. Leonardo Fibonacci latinizó el término a zephirum que luego, en las fuentes italianas, se volvió zeliro, zefro y al fin zero (atestiguado desde 1491; de él procede el español 'cero'). Una adaptación de la palabra árabe más próxima al original es la del español cifra.

También viene del árabe la costumbre de designar la incógnita por X; en los textos árabes de álgebra, la incógnita era indicada mediante la letra S, inicial de la palabra sai', 'res, aliquid, quicquam'. Esta letra sonaba casi lo mismo que la patatal aspirante sorda que el español antiguo escribía x, según se aprecia por las transcripciones latinas de palabras árabes. Leonardo Fibonacci, en Liber abbaci, no hizo más que transliterar la S con X, y así entró X en uso para la incógnita.

Diversos términos árabes que se han difundido por todas las lenguas europeas tienen que ver con la astronomía, de la que los árabes fueron maestros, como es sabido; casi inalterados, con forma árabe, aparecen algunos términos técnicos como azimut; nadir < árabe nazir, 'opuesto' (esto es, nazir as-samt, 'opuesto al zenit'); se ha hecho popular almanaque, < árabe al-manah, 'calendario'.

Notables son también los nombres relativos a la química o, mejor dicho, a la química medieval o alquimia, empezando por esta mismísima palabra, atestiguada desde el siglo XIII y que viene del árabe al-kimiya ("fusión"), cuyo sentido era "piedra filosofal, sustancia que transforma los metales bajos en oro". El nombre más común de la piedra filosofal en árabe era, en cambio, al-iksir ( < gr. "seco"), de donde elixir, con el sentido de "remedio maravilloso, licor mágico".

Y ya que hablamos de palabras de la química, recordemos también el árabe al-kuhl, al-kuhul, 'polvos para teñir cejas y párpados > español alcohol.

Proceden del árabe o de otras lenguas orientales, pasando por el árabe, algunos nombres de juegos (y las terminologías correspondientes), ante todo el ajedrez, que los árabes aprendieron de los persas como éstos de los indios. No hay que ser orientalista para saber que en persa sah significa "rey", y basta conocer los rudimentos del juego para saber que su objeto es inmovilizar el "rey" del adversario; en persa, y de ahí en árabe, tal operación se llama, en la terminología del juego, sah mát, que al pie de la letra significa "el rey (está) muerto"; de ahi el español jaque mate.

Sin salir de la terminología ajedrecística, se puede señalar que el término alfil, que designa cada una de las dos piezas que franquean al rey y a la reina viene del árabe al-fil, "elefante", pues en los ajedreces más antiguos, dos elefantes ocupaban los lugares de los alfiles.

Encontramos voces árabes en la toponimia, como Albacete < al-basit; esp. Alcalá < qal'a, "castillo, fortaleza"; Gibraltar, < gebel Tariq, "monte de Tariq", del nombre del comandante árabe que en 711 emprendió desde allí la conquista de España. Son importantes los nombres de ríos compuestos con guad- del árabe wad(i) "río, valle". Tenemos así los hidrónimos Guadiana, Guadalquivir < wadi al-kabir, "el río grande"), etc.

Pero en la Península Ibérica la influencia árabe llega a los términos administrativos: por ejemplo alcalde < al-qa'dí, "juez"; alguacil < al-wazir, "ministro".

Otra observación notable es la siguiente: como se habrá visto por los ejemplos citados, las lenguas iberorromances, en la mayoría de los casos, adoptan las palabras árabes con el artículo determinado unido (artículo que suena al, pero cuya 1 se asimila, según regla constante en todo el dominio árabe, ante algunas consonantes). Así encontramos azúcar < árabe (as-)sukkar; azafrán < ár. (az-)za'farán, etcétera.

Aunque abundantes voces de origen árabe atestiguadas en el español antiguo están a estas alturas fuera de uso (si bien no pocas siguen vivas en los dialectos españoles o en portugués), no cabe duda de que la influencia árabe sobre las lenguas iberorromances fue importantísima, desde los puntos de vista cuantitativo y cultural, hasta el punto de afectar la sintaxis del espacio¡ antiguo.

Entre las características principales del español podemos recordar: la diptongación de e y o en sílaba abierta y cerrada, como tiene <> i y ue > e, respectivamente) como castillo, frente. Las vocales finales se han conservado bien, como en toscano (-a > -a; -e, -i > -e; -o, -u > -o.

En el consonantismo las iniciales suelen conservarse aunque f- pasa a h-, hoy muda, como fabulare > hablar (si bien se conserva ante el diptongo ur, como fuerte, fuego); los grupos de consonantes + l tienden a reducirse a ll (correspondiente al italiano gli), como llamar <> vida, lupu(m) > lobo. Las consonantes largas y geminadas se simplifican pero no se sonorizan, como bucca > boca; ll y nn pasan en cambio a palatales, como annu(m) > año, caballu(m) > caballo. El grupo ct, a través de it (como en francés y portugués) pasa a la palatal ch, como lacte > leche, octo > ocho. El grupo li pasa a j, como muliere(m) > mujer.

Las tendencias naturales a la divergencia lingüística son combatidas en el caso del español por poderosos lazos culturales y también por mecanismos normativos bien desarollados, cuyos antecedentes proceden de hace varios siglos. Uno de los más antiguos y mejor conocidos ejemplos de prejuicio lingüístico es la crítica hecha por Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua (1535) contra la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija (1492) porque Nebrija, siendo andaluz, no podía conocer el castellano lo suficientemente bien para la obra que se traía entre manos.

Aunque el español tiene fama de ser una lengua 'fonética' (más exactamente habría que decir fonémica) la realidad es que presenta ciertas dificultades para hacer tal aseveración. Por ejemplo, c y g tienen dos pronunciaciones, dependiendo de la vocal que sigue; la h es muda; b y v corresponden a un solo fonema.

MORFOLOGÍA

Las palabras del castellano se forman mediante lexemas o raíces a los que se agregan morfemas gramaticales o gramemas (como el género masculino o femenino y el número singular o plural para los sustantivos y adjetivos, y el modo, tiempo, voz, aspecto y persona y número para el verbo), más todo tipo de afijos que sirven para formar palabras derivadas o bien para marcar la afectividad, como ocurre con la especialmente abundante y característica derivación en sufijos diminutivos, muchos de ellos de uso más bien local.

LÉXICO

Aproximadamente un 94% del vocabulario del castellano de uso diario es de origen latino, lo que es natural y no muy sorprendente teniendo en cuenta que se trata de un idioma románico. Sin embargo, como en caso de cualquier lengua, también tiene préstamos de otros idiomas con los cuales se haya encontrado durante su historia de más de mil años.

De las lenguas prerromanas de la península (íbero, euskera, celta o tartesio) existen bastantes topónimos, algunas palabras ("barro", "perro", "cama", "gordo", "nava"...) y algún antropónimo aislado, como "Indalecio". La invasión de los visigodos insertó bastantes nombres de pila ("Enrique", "Gonzalo") y sus respectivos apellidos, el sufijo "-engo" en palabras como "realengo" y vocabulario referente a la guerra como "yelmo" y "espía".

Además, la ya mencionada ocupación musulmana dio paso a la adopción de numerosos arabismos. En morfología, cabe apuntar que viene del árabe el sufijo "-í" de gentilismos tales como "ceutí" o "israelí".

En el siglo XVI se introdujeron numerosos italianismos referentes a las artes, pero también gran número de palabras indígenas o americanismos, referentes a plantas, costumbres o fenómenos naturales propios de esas tierras, como "batata","papa", "yuca", "cacique", "hamaca", "huracán", "tabaco", "cacao", "chocolate". En el XVII entraron numerosos cultismos por influjo de la lengua gongorina o culterana. En el XVIII, galicismos o palabras tomadas del francés referentes sobre todo a la moda, la cocina y la burocracia: "puré", "tisú", "menú", "peluquín", "maniquí", "restorán", "buró", "carné", "gala", "collage", "bricollage". En el XIX, se incorporan nuevos préstamos, sobre todo del inglés y el alemán, aunque también del italiano en ámbitos referentes a la música, en particular la ópera ("batuta", "soprano", "piano", "radio"), y la cocina. En el XX se acentúa muchísimo la presión del inglés en los campos de la tecnología, la informática, la ciencia y el deporte: "set", "penalti", "fútbol", "e-mail", "internet", "software". Todos estos son conocidos como préstamos lingüísticos.

Sin embargo, la Real Academia Española ha hecho, durante estos últimos años, grandes esfuerzos para evitar el uso de estos vocablos proponiendo alternativas más acordes con nuestra ortografía tradicional (entre otros muchos ejemplos: zum en lugar de zoom, correo electrónico en lugar de e-mail, fútbol en lugar de football...). Aunque la mayoría de estas iniciativas han ido calando en la sociedad, ciertas propuestas como "yaz" en lugar de "jazz" no han tenido demasiada acogida, a pesar de ser preferentes para la RAE.

Por lo general, Latinoamérica y sobre todo México es más susceptible a los préstamos del inglés o anglicismos ("mouse", en España: "ratón"), debido en buena medida al contacto con el vecino Estados Unidos de América. Por su lado, España lo es a los galicismos o palabras tomadas de la vecina Francia (como el galicismo "ordenador" en el castellano de la península Ibérica, en contraste con el anglicismo "computador" o "computadora" en el castellano de México).

VOSEO

En algunas variantes del castellano americano se emplea la forma vos para el pronombre de segunda persona singular en lugar del tú estándar; normalmente esta variación está acompañada de una conjugación particular.

En el castellano de la península el vos fue, en un principio, tratamiento solo propio de nobles o como forma de respeto similar al actual usted (> vuestra merced). La irrupción de la forma vuestra merced, progresivamente contraída a usted, comienza a reestructurar el uso de los pronombres en España, de forma que vos comenzaba a usarse como fórmula de trato entre iguales y entraba en competencia con tú. Con el paso del tiempo el uso culto de España rechazó vos dejando usted como forma de respeto y tú para el uso familiar o entre iguales. La colonización de América a finales del siglo XVI se produce en el momento en que vos todavía se usaba para el trato entre iguales y con este valor se implantó en varias zonas como forma popular de tratamiento para la segunda persona del singular, pero perdió sus connotaciones de prestigio. En España solo sobrevive actualmente en una de las formas de la segunda persona del plural, vosotros. Los núcleos urbanos cultos de América que quedaron más expuestos a la influencia del castellano europeo siguieron la reestructuración de los pronombres de la península y rechazan el vos en favor del tuteo (casi todo México, las Antillas y Perú), mientras que en el resto el voseo ha sobrevivido, con distinta consideración, hasta la actualidad.

El voseo se presenta marcadamente en Argentina, Bolivia (este), Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Uruguay. Aparece, de maneras ligeramente distintas en Venezuela (noroeste), Colombia (occidente), Chile (centro) y Ecuador (norte). Menos frecuentemente y limitado a un ámbito familiar, el “vos” se puede encontrar en México (norte de Chiapas), Colombia (costa pacífica), Ecuador (sierra), Chile (norte y sur) y en zonas más reducidas del interior de México (Tabasco), Panamá (Península de Azuero), Colombia (centro), Ecuador (sur) y Belice (sur). En el Perú, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana está extinto su uso.

Sólo en el ámbito del castellanorioplatense, castellano antioqueño,castellano camba y centroamericano se emplea regularmente como forma prestigiosa; en otras regiones existe cierta diglosia entre ambas conjugaciones. En Argentina y Uruguay el “vos” ha incluso desplazado casi por completo al tú de las fuentes escritas. No obstante hay escritores rioplatenses que aún mantienen la forma clásica "tú" para sus obras de ficción, como Daniel Herrendorf (escritor franco-argentino, cf. sus obras "Evita, la Loca de la Casa" o "Memorias de Antínoo") o Mario Benedetti (poeta uruguayo). En Costa Rica el tuteo es evitado por completo en la conversación porque se considera pedantesco y está sancionado socialmente.

En Guatemala el uso del tuteo es usado mas frecuentemente entre personas de diferente sexo, cuando un hombre le habla a una mujer que está conociendo por lo general el trato es de "tú", cuando hay mas confianza es usado el "vos". Cuando un hombre trata de "tú" a otro hombre se presume de homosexualidad.

En El Salvador el uso del tuteo es poco, al igual que en Guatemala el hablado de "tú" entre hombres es signo de homosexualidad, para un trato más respetuoso a otras persona se emplea el uso de "usted".

SISTEMA DE ESCRITURA

El castellano se escribe mediante una variante del alfabeto latino con la letra adicional "ñ" y los dígrafos "ch" y "ll", consideradas letras del abecedario desde 1803 (cuarta edición del DRAE), debido a que representan un solo sonido, distinto de las letras que lo componen.

Así, el alfabeto castellano está formado por 29 letras:

a, b, c, ch, d, e, f, g, h, i, j, k, l, ll, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z.

Durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid, 1994), se acordó adoptar el alfabeto latino universal, en el cual ch y ll no son letras independientes, lo que afecta a la alfabetización de las palabras que contengan esas dos letras, que desde entonces deben aparecer ordenadas en el lugar que les corresponde dentro de la c y la l. Sin embargo, de acuerdo con las Academias, esta reforma «afecta únicamente al proceso de ordenación alfabética de las palabras, no a la composición del abecedario, del que los dígrafos ch y ll siguen formando parte».[18]

Además, el castellano emplea signos gráficos de interrogación y exclamación que no poseen otras lenguas ("¿" y "¡"). Estos signos especiales facilitan la lectura de interrogaciones y exclamaciones largas que oralmente solo se expresan por variaciones de entonación. En otros idiomas ("¿" y "¡") no son necesarios debido a que su sintaxis oral no causa ambigüedad al ser leída, ya que existen inversión de sujeto, auxiliares especiales, locuciones... (ejemplo: Is he coming tomorrow?, Est-ce qu'il vient demain? Kommt er morgen? ¿Viene mañana?).

Las vocales constituyen siempre el centro o núcleo de la sílaba, aunque la "i" y la "u" pueden funcionar como semiconsonantes antes de otro núcleo vocálico y como semivocales después. Un núcleo vocálico de sílaba puede sonar más fuerte y alto que los restantes núcleos silábicos de la palabra si lleva el llamado acento de intensidad, que se escribe según unas normas ortográficas con el signo denominado acento gráfico o tilde para marcar el golpe de voz cuando este no sigue el patrón habitual, o para distinguir palabras que se escriben igual (véase acento diacrítico).

Además, la "u" puede llevar diéresis ("ü") para indicar que se pronuncia en los grupos "güe", "güi". En la poesía, las vocales "i" y "u" pueden llevar también diéresis para romper un diptongo y ajustar convenientemente la métrica de un verso determinado (por ejemplo, "ruido" tiene dos sílabas, pero "ruïdo" tiene tres). El español es una lengua que posee una marcada tendencia antihiática, por lo cual suelen reducirse en el habla relajada los hiatos a diptongos, e incluso reducirse estos a una sola vocal: indoeuropeo > indouropeo > induropeo; ahora > ahura > ara; héroe > herue.


CURIOSIDADES

Las palabras más largas del idioma castellano son anticonstitucionalmente, electroencefalografista y otorrinolaringológicamente.

La única palabra del idioma castellano que contiene dos veces todas las vocales es Guineoecuatoriano

En la escritura, la letra que más se repite en el idioma castellano es la , y la letra consonante más repetida es (que puede representar al fonema [r] a principio de palabra o cuando es doble, o bien al fonema [ɾ] en el resto de posiciones).

La primera gramática europea de una lengua moderna es del idioma , castellano escrita por Elio Antonio de Nebrija en 1492.

En www.escueladeescritores.com se pueden apadrinar palabras para que no caigan en desuso.
En la escritura española es habitual utilizar expresiones latinas.

DE VIAJE POR EL CAMINO DE LA LENGUA CASTELLANA

Lengua y camino son realidades que casan bien, que unidas potencian su fertilidad metafórica y despliegan una especial capacidad de sugestión. Cuando leemos o escribimos, seguimos las líneas que dibuja el texto en la página, igual que cuando, al andar, damos un paso detrás de otro. Las lenguas, además, se encuentran, se mezclan y se propagan por los caminos, que son espacios favorables a los contactos entre personas y a los intercambios de cosas y palabras. En concreto, el español –se ha dicho muchas veces- es un idioma de viajeros y emigrantes, forjado y extendido por gentes andarinas, nómadas de buen grado o a la fuerza. Y la lengua puede ser una excusa como otra cualquiera, o mejor, para echarse al camino, para emprender un viaje y disfrutarlo.

Eso es precisamente lo que propone el Camino de la Lengua Castellana, un itinerario de turismo cultural por varios de los lugares que, entre los siglos X y XVII, resultaron determinantes por un motivo u otro en el origen, el desarrollo y el primer lustre literario del español, y que contribuyeron de manera destacada a asentar sus cimientos como idioma de cultura y de comunicación internacional. La idea surgió a finales de 1997, en el gobierno regional de La Rioja, a raíz de la declaración por la UNESCO de los monasterios de Suso y Yuso, en San Millán, como Patrimonio de la Humanidad por su papel en el nacimiento del castellano escrito. Poco después se iniciaron los contactos entre los responsables políticos de varias ciudades y comunidades autónomas para poner en marcha esta iniciativa de promoción turística basada en el atractivo cultural e histórico de la lengua, y se fijaron los hitos que compondrían el recorrido.

Partiendo de San Millán, donde se originaron algunas de las muestras más tempranas de escritura en romance, la ruta del Camino se dirige al monasterio de Santo Domingo de Silos, en la provincia de Burgos, otro de los principales centros de producción escrita del castellano incipiente. Después se encamina a Valladolid, foco difusor del idioma, en torno a cuya Corte se desarrolló una intensa actividad cultural que dio lugar a un modelo de lengua. El hito siguiente es Salamanca, que dio al idioma rango universitario y sustancia humanística, y de cuyas imprentas salió la primera gramática de una lengua europea, la que Antonio de Nebrija le dedicó al castellano. Tras pasar por Ávila, donde Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz desbordaron los límites expresivos de la lengua, el Camino termina en Alcalá de Henares, ciudad natal de Miguel de Cervantes.

Para la gestión del proyecto, en febrero del año 2000 los ayuntamientos y las comunidades autónomas participantes constituyeron, con el apoyo adicional del Ministerio de Cultura, la Fundación Camino de la Lengua Castellana; pronto se obtuvo también el respaldo de otro ministerio, el de economía, a través de la Secretaría General de Turismo; se inició la difusión de la ruta (las agencias de viajes Maravilla Travel y Ultramar Express lo van a incluir entre sus ofertas de paquetes turísticos); se organizaron viajes promocionales para periodistas extranjeros, en colaboración con Turespaña; se creó una página web, se editaron guías y folletos...

Los responsables de la iniciativa pensaron también en su extensión internacional. De ahí que la Fundación del Camino se propusiera enseguida establecer vínculos con la América hispanohablante (organiza ya en Salamanca unos encuentros hispanoamericanos de poesía, y el año pasado llevó a México, al Museo Nacional de las Culturas, una exposición sobre su recorrido) y que trabajara para darle una dimensión europea a la ruta, vinculándola con las líneas de difusión del judeoespañol por varios países del continente, fruto de la dispersión de los sefardíes expulsados de España. Así, el Camino español tendrá una continuación por el Mediterráneo, uniendo las ciudades de Tetuán, Salónica, Sofía, Estambul y Jerusalén, motivo por el cual fue declarado por el Consejo de Europa, el 25 de junio de 2002, Itinerario Cultural Europeo.

Hasta aquí, se puede hablar de un inteligente y bien ejecutado proyecto de explotación económica de ese recurso intangible y prestigioso -aunque no siempre bien conocido ni respetado- que es la lengua española. Una iniciativa, además, basada en precisas consideraciones mercadotécnicas sobre la mejor forma de “diseñar” un “producto turístico-cultural” para suscitar su “demanda” en el “mercado” (los promotores de la idea no evitan este vocabulario), y que sin duda debió de costar no pocos esfuerzos poner en marcha. Tal vez sólo quien sepa de las pejigueras sin fin que comporta en España la firma de un simple convenio entre un ministerio y una comunidad autónoma, podrá ponderar en su justa medida el valor de este Camino como experiencia de cooperación entre distintas administraciones.

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